3.1.11

Epílogo


«Tiene apenas treinta y dos páginas y una sobria cubierta azul. El pasaporte cubano parece más un salvoconducto que una identificación. Con él podemos saltarnos la insularidad, pero su tenencia tampoco garantiza que logremos tomar un avión. Vivimos en el único país del mundo donde para adquirir dicho documento de viaje hay que pagar en una moneda diferente a la que se reciben los salarios. Su costo de “cincuenta y cinco pesos convertibles” significa para un trabajador promedio guardar el sueldo íntegro de tres meses en aras de conseguir ese librito de filigrana y hojas numeradas.»

Até um dia – porque ele virá – em que nenhum Fariña precisará de sair de Cuba.

(Daqui)
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